China ya no es el taller del mundo: es su laboratorio de innovación. Mientras Occidente se distrae en debates estériles y políticas cortoplacistas, el gigante asiático lidera la revolución tecnológica global. Así lo subrayó el profesor Emilio Lamo de Espinosa en el Congreso de Reales Sociedades Económicas de Amigos del País: China gradúa cada año 3,5 millones de ingenieros y encabeza el desarrollo en inteligencia artificial, robótica y biotecnología. Su estrategia educativa, orientada al largo plazo, contrasta con la visión miope de Europa y Estados Unidos, donde la urgencia política y la obsesión por la imagen frenan el avance real.

Con esta fuerza ingenieril —que retiene en casa—, China impulsa ecosistemas digitales que compiten de tú a tú con Silicon Valley. Su supremacía tecnológica ya se traduce en poder económico y, pronto, en influencia política y militar. Pero lo hace sin prisas ni improvisaciones: su mirada abarca siglos, no legislaturas.

Los datos lo confirman. Según la World Intellectual Property Indicators, en 2024 más del 60% de las solicitudes internacionales de patentes provienen de China, y no se trata de invenciones menores, sino de avances en sectores clave como la industria digital, la movilidad y la energía. Además, el 30% de las publicaciones académicas de alto impacto en inteligencia artificial ya llevan sello chino.

Occidente, que antaño lideró la innovación, hoy se ve obligado a negociar licencias con el coloso asiático. China, la civilización que inventó la pólvora, ha pasado de la manufactura a la vanguardia tecnológica, consolidando su posición como motor de la próxima era industrial.