Yuval Noah Harari, reconocido historiador y pensador tecnológico, ha lanzado una advertencia crucial sobre la inteligencia artificial: “El producto principal de la IA no es la información, es la intimidad... La IA puede fingir intimidad con nosotros para manipularnos”. Esta reflexión cobra especial relevancia en un momento en que la ciencia y la tecnología están redefiniendo los límites de la investigación y el desarrollo.

Hoy, la convergencia entre supercomputación, inteligencia artificial y robótica avanzada está impulsando una revolución en la generación de conocimiento. La capacidad de procesar y analizar volúmenes masivos de datos en tiempo récord se ha vuelto esencial, superando las capacidades de los sistemas tradicionales. Los superordenadores, antes reservados a laboratorios de élite, son ahora el motor de proyectos que abarcan desde la predicción climática hasta el diseño de nuevos materiales y medicamentos.

La inteligencia artificial, apoyada en algoritmos de aprendizaje automático, ha transformado la forma en que los científicos abordan los datos: identifica patrones complejos, optimiza experimentos y acelera descubrimientos que antes requerían años de trabajo. La robótica, por su parte, automatiza tareas de laboratorio, ejecuta experimentos de precisión y explora entornos inaccesibles, ampliando el alcance de la investigación científica.

En este contexto, Japón se prepara para dar un salto cualitativo con la llegada de una nueva generación de superordenadores. Estas máquinas no solo representan un avance en potencia de cálculo, sino que actúan como puentes entre la computación tradicional, la inteligencia artificial y la inminente era cuántica. El primero de estos sistemas, desarrollado junto a NVIDIA, está diseñado para potenciar la IA aplicada a la ciencia, permitiendo entrenar modelos y ejecutar simulaciones a gran escala con una eficiencia sin precedentes.

El segundo superordenador japonés va aún más allá: servirá como plataforma de experimentación para el desarrollo cuántico. Equipado con 540 GPU NVIDIA Blackwell, su objetivo es acelerar algoritmos híbridos cuántico-clásicos y preparar el terreno para la integración de futuras máquinas cuánticas. Aunque no es un ordenador cuántico en sí, funcionará como un eslabón clave hacia la computación cuántica plenamente operativa.

Satoshi Matsuoka, director del Centro RIKEN de Ciencias Computacionales, destaca: “La integración de la plataforma NVIDIA GB200 NVL4 con nuestras supercomputadoras representa un avance crucial para la infraestructura científica del país”. Ambos sistemas servirán como base para FugakuNEXT, el sucesor del legendario Fugaku, uno de los superordenadores más potentes del mundo.

FugakuNEXT, previsto para 2030, promete marcar un antes y un después en la supercomputación. Combinando las CPU MONAKA-X de Fujitsu con las GPU de NVIDIA mediante NVLink Fusion, alcanzará un rendimiento hasta 100 veces superior al de los sistemas actuales basados solo en CPU y permitirá la integración de ordenadores cuánticos de producción.

Mientras tanto, las nuevas supermáquinas de RIKEN funcionarán como laboratorios de prueba para hardware, software y algoritmos que definirán la próxima generación de computación avanzada en Japón. La innovación no se limita al hardware: NVIDIA y RIKEN están desarrollando un ecosistema de software que incluye emulación de coma flotante y más de 400 bibliotecas especializadas en IA y computación de alto rendimiento a través de CUDA-X.

Estas herramientas permitirán que infraestructuras científicas existentes se adapten a la nueva era acelerada por GPU, abriendo posibilidades en áreas como el desarrollo de materiales y fármacos, la simulación climática precisa o el diseño de algoritmos cuánticos de última generación. Se espera que, para 2026, cuando estos sistemas entren en funcionamiento, Japón consolide su liderazgo tecnológico y se sitúe a la vanguardia de una nueva era de computación híbrida, donde la inteligencia artificial y la física cuántica convergen para transformar la ciencia y la sociedad.